Además de su característica coloración amarilla en la nuca, así como en la frente, esta especie en peligro crítico de extinción cuenta con las puntas de las alas azules y rojas, siendo visibles cuando se encuentra en vuelo, y una franja amarillenta y roja en la base de la cola, normalmente cubierta cuando el ave se encuentra en reposo reposo. Sus ojos son de color ámbar con un anillo gris. No presenta dimorfismo sexual, es decir, no hay diferencias físicas notables entre ambos sexos, aunque sí que hay diferencias en la coloración de su plumaje e iris del ojo en función de su edad.
Se encuentra muy amenazada en toda su hábitat de distribución, principalmente por la deforestación de las zonas que habita y su conversión a campos de cultivo, así como la caza furtiva y el comercio como mascota. Esta especie ha perdido más del 92% de su población salvaje en las últimas tres generaciones y cuenta con una población estimada de entre solo 1.000 y 2.500 ejemplares adultos en libertad según los estudios más recientes, que se enfrentan a un declive constante en su número.
Distribuida en México y América Central, esta especie habita tanto sabanas como bosques semiáridos y manglares, bosques de galería y zonas frondosas, donde encuentra su alimento, similar al de otras especies de loros tropicales del continente americano: nueces, bayas, semillas o futas. Se trata de una animal de hábitos sociables, que forma grandes bandadas de varios centenares que se reúnen a la caída de la noche, mientras que desarrollan su actividad en pequeños grupos de menos de quince individuos durante el día. En la temporada de cría, en la estación seca, la hembra anida en espacios huecos de troncos. Tienen una gran capacidad de aprendizaje y transmisión, cuentan con una gran cantidad de vocalizaciones distintas, que se enseñan entre los diferentes miembros del grupo, y la capacidad e imitar la voz humana.