La espátula rosada, también conocida como sibiya, se reconoce fácilmente por su pico largo, ancho en la base y plano en la punta, característico de los plateínos o espátulas, una subfamilia de aves pelecaniformes con seis subespecies que tienen presencia en Europa, África, Asia, América y Oceanía. Es la única que tiene presencia en América y se diferencia de las otras espátulas por un fuerte color rojizo o rosado en algunas plumas, especialmente en las alas, que presentan los ejemplares adultos, mientras que las otras cinco especies son de color blanco. Tiene sus fosas nasales en la zona cercana a la cabeza, de forma que puede respirar con el pico sumergido en el agua. Aunque la disposición de sus ojos le ayuda en la búsqueda de comida, es de gran importancia el sentido del tacto.
Para conseguir su alimento, la espátula rosada mueve su pico en forma de cuchara de un lado a otro entre el lodo y aguas poco profundas, cerrándolo rápidamente cuando detecta algún crustáceo, larva, molusco, anfibio o pez de los que se alimenta. Dedica a alimentarse una gran cantidad de horas al día. y, además de conseguir sus presas, con este movimiento contribuye a oxigenar los sedimentos, facilitando la descomposición de materia orgánica y promoviendo la salud del ecosistema acuático en el que vive.
La espátula rosada ocupa principalmente zonas con vegetación acuática, ya sean humedales, ríos, manglares o estuarios, con preferencia por el agua dulce, aunque puede habitar aguas saladas. Comparte hábitat con otras aves, como garzas o ibis, y nidifica en cañaverales o árboles, en los que pone alrededor de tres huevos que son incubados por ambos progenitores, que alimentarán posteriormente a los poluelos por regurgitación. Su comportamiento reproductivo es monógamo dentro de la misma estación de cría.